Tenía 8 años cuando vi a mi padre pegar a mi madre. Me había despertado y fui a su cuarto. Me ha costado mucho convivir con la imagen de cómo mi padre casi mata a mi madre.
Ella demostró todo el coraje del mundo y tras varios años de sufrimiento consiguió meterlo en la cárcel. Su apellido, su poder su familia su dinero… pudo con todo y consiguió que un juez lo metiera en la cárcel.
Hoy mi heroína, mi madre, ha fallecido. Sus últimos años fueron tranquilos, llenos del amor de sus hijas y su nieta. Siempre pensé que nos salvó la vida a mi hermana y a mí. Siempre pensé que su dolor lo convirtió en aprendizaje. Nos enseñó a llorar, a gritar, a pedir ayuda, a apoyarnos, a reír, a perdonar, nos enseñó a vivir.
Pero antes de aprender me tocó sufrir y hacer sufrir.
En mi adolescencia aborrecía a mi madre. Me cuesta recordar como la traté, como la humille diciéndole que era débil, que debería haberlo dejado antes, que fue muy sumisa, que yo nunca lo hubiera permitido…
Vivía a la defensiva convencida de que el mundo era un lugar hostil en el que hay que estar preparada en todo momento.
En esa época veía a mi madre y a mi hermana como dos seres inconscientes incapaces de ver el peligro.
Me parecerían insípidas, débiles e ignorantes y no entendía después de lo que paso mi madre cómo podían vivir tan tranquilas, cómo no se ponían a salvo.
Pero, ¿a salvo de qué cariño? No estamos en peligro. Tienes que aprender a disfrutar de la vida que es maravillosa …
-¿Pero a ti que te pasa? ¿Estás tonta? ¿Cómo puedes decir tantas chorradas? tiré los platos al suelo, reventé la puerta y me marché.
Era incapaz de escuchar ni menos entender la maravilla de la vida que me vendía mi madre.
No la volví a ver hasta mucho tiempo después.
Mi huída
Londres se me presentó como una ciudad oscura, húmeda individualista y fría, quizás como yo me sentía entonces. Me sentía cómoda. Nadie me conocía, nadie me quería y yo no quería a nadie. Aprendí rápido a desenvolverme. Me alquilé una habitación cerca de un gimnasio y comenzó mi nueva vida.
Mi madre me llamaba todas las semanas y cada vez recibía mis monosílabos, juicios y reproches y ella, cada semana, volvía a llamar.
Me desquiciaba su paciencia conmigo y su insistencia. Yo sólo quería que me olvidaran
Vino a verme un finde semana con mi hermana. Fue horrible, las traté como una mierda, les dije que por culpa de mujeres como ellas pasaba lo que pasaba en esta sociedad machista.
Mi hermana me odió durante mucho tiempo.
Me cruje por dentro lo que les hice sufrir y sobre todo me rompe mi dureza, mi frialdad, mi asqueroso egoísmo.
Cultive todo esto durante dos largos años: amasando amargura y musculando dolor.
Mi madre no dejo nunca de llamarme.
Mi hermana me dijo que no volvería a hablarme hasta que no pidiera perdón.
¿Perdón? ¿Yo? ¡¡Perdón ellas por ser como eran!!
Era muy necia, ignorante, o quizá no sabia como afrontar que tu padre casi mata a tu madre.
Mi resentimiento era enorme. No entendía que mi madre me dijera que ella lo había perdonado. Me desesperaba que no se enfadara, que no le deseara ningún mal.
Todo el odio que yo tenía ella lo convertía en perdón.
Me dijo un dia: ¨cariño, solo tú vas a sufrir sino sueltas y te reconcilias con el pasado. Pide ayuda y suelta con el pasado para poder seguir viviendo¨.
Yo solo quería arder por dentro, no quería olvidar quería recordarlo, con viveza con la tensión que sentí ese día con 8 años y muchos otros.
Me negaba a soltarlo. Pensé que solo yo podría hacer justicia ya que mi madre había perdonado y mi hermana no recordaba.
Me tocaba a mi hacer justicia. Pero no sabia cómo. No sabia como hacerle daño ni sabia como destruir a toda la familia que le habían apoyado, a todo el poder que le habia protegido…
Me aleje de mi madre, de mi hermana, de todo lo que significara amor y calidez.
Quería ser fuerte, quería ser una roca que nada ni nadie pudiera lastimarme. En Londres trabajaba de cualquier cosa y todo mi tiempo libre lo utilizaba para fortalecer mis músculos. Odiaba mi cuerpo femenino, débil, delicado y ligero. Quería despojarme de él. Quería ser grande, musculada más fuerte que cualquier hombre.
Así estuve dos años. Sin tregua. Era como la mejor militar adiestrada para el combate. No tenia vida social, no me consentía ningún vicio, …todas las noches me dormía mirando su imagen como quien reza al diablo.
Cuando pienso ahora en esa época no puedo ni imaginarme que pude estar tan perdida que casi acaba conmigo.
Pero un dia algo paso: Como de costumbre en mi rutina alemana me dirigía al gimnasio tras el trabajo. Llegue y me propusieron un entrenamiento con guantes. Accedí, me encantaba boxear. Hasta ahora solo lo había hecho con mi maestro. Hoy no estaba, le sustituía un chico alto mas joven.
Nada mas verlo me sentí mal, como fuera de control, no era mi rutina no quería boxear.
-No voy a boxear contigo
-¿Por qué? Será divertido
-No boxeo para divertirme
-¡Ah! ¿y entonces para qué boxeas?
No respondí, me di la vuelta y me puse en uno de los sacos mas apartados.
¿Para que boxeas? La pregunta seguía en mi cabeza. ¿Para matarle? ¿Para defenderme? Ninguna de las respuestas me encajaba.
¿Para qué boxeas? Para dejar de pensar. Boxeo para parar mi mente. Boxeo para sentir el dolor de mi alma en mis músculos. Boxeo porque no sé llorar, ni gritar. Boxeo porque el miedo a sentir es tan grande que no me atrevo a mirarlo.
Estaba parada delante del saco, levante la mirada y allí estaba él. Me sonreía sin miedo, sin juzgarme, solo me sonreía.
-Entonces, boxeamos un poco? Enséñame lo que sabes hacer y quizá yo te enseñe algo más. Nos divertiremos.
Por primera vez en muchos años me dejé llevar, rompí mi rutina y subí al ring sabiendo que esta vez iba a ser distinto y algo me decía que debía abrir la puerta a una forma diferente de vivir.
Lo repetí muchos días más, aprendí a boxear por diversión y sin querer, sin buscarlo sin esperarlo, el dolor fue cediendo.
Le llame a mi madre, por primera vez en mucho tiempo no me llamó ella, la llamé yo.
¿Qué tal mama?
¡Cariño! que sorpresa tan agradable ¿Cómo estás?
Bien mama estoy bien: y lloré, llore tanto que no podía ni hablar, llore en un momento años de amargura y dolor, llore por ella, por mí por tantas mujeres que han sufrido, llore por mi padre y su desgraciada vida, llore sintiendo el calor de mi madre al otro lado. Todo va a estar bien me decía, todo va a estar bien,..por primera vez dormí sin mi oración al diablo por primera vez sentí lo que era soltar el dolor y reconciliarme con la vida, conmigo misma.
Decidí volver a casa, a dejarme cuidar y a cuidar, a pedir perdón y a perdonar.
Y hoy se ha ido la gran maestra de mi vida, mi luz y mi guía.
Me queda el consuelo de una muerte dulce, sin dolor y acompañada de los suyos. Se murió como vivió, sin molestar, sin ruido, a pequeños pasos. Nos enseñó a vivir y a morir.
Hoy la incineramos en una pequeña ceremonia. Nos hizo prometer que no estaríamos tristes, que su vida había sido una vida de amor y aprendizaje, que estaba contenta y se iba en paz.
¿Como no hacerla caso? Es difícil, pero ella manda. Hemos decidido honrarla como a ella le gustaba, cantando y riendo, y sobre todas las cosas: viviendo la vida sin desperdiciar ni un minuto.
Va por ti mama y por todas las mujeres que me han enseñado a vivir la vida con libertad, amor y determinación.